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El Jefe Narco
El Jefe Narco

El Jefe Narco de Ricardo Canese
Luis Agüero Wagner
 
 
Quienes hablan de narcos y entreguismo, se olvidan las entregas que realizaron a las órdenes de reputados narcos de la historia reciente
Nunca deja de sorprender lo mucho que la memoria de algunos políticos paraguayos puede llegar a recordar al montón de espejos rotos del que hablaba Borges, más aún si se considera el crédito ilimitado que pretende extender a los amigos la prensa hegemónica.
En ese contexto, especulando con la flaca memoria de un pueblo que considera cretino, el columnista de ABC color Ricardo Canese, secundado por su hija Mercedes, hoy se llena la boca  hablando de narcos y entreguismo. Omitiendo, porque hoy es fácil,  que el mismo Canese se desempeñó bajo las órdenes de Andrés Rodríguez como vice-ministro de Minas y Energías, posición desde la cual firmó en 1991 un acuerdo que entregaba la energía de Yacyretá por más de 50 años a su contraparte argentina.
¿Quién era Andrés Rodríguez, a cuyas órdenes se encontraba por entonces Canese? Valga hacer memoria unas líneas.
Desde 1965 pasaba por Paraguay un vital tráfico de heroína que cobró notoriedad cuando en Washington se supo quién lo dirigía. Era el antiguo agente de la GESTAPO Lucien Darguelles, alias Auguste Ricord, capo de la Conexión Latina que inspiró el personaje compuesto por el actor Fernando Rey en la celebrada película “Contacto en Francia”. 

Uno de sus principales protectores era el general Andrés Rodríguez, emparentado con el dictador Stroessner y bautizado por la prensa internacional como “el general de los grifos de oro”. Se cuenta en Paraguay la anécdota de que cuando en una oportunidad el rey Juan Carlos de España visitó su residencia, se sintió impresionado por la fastuosidad y no resistió preguntarle si todas las riquezas a la vista las había adquirido con su sueldo de general. 

Su protegido Auguste Ricord tenía su residencia y un motel en las afueras de Asunción, camino a Itá Enramada. Al frente lucía una pequeña réplica de la torre Eiffel con el cartel Paris-Nizza en luces de neón, y se conectaba con un pequeño puerto donde atracaban lanchas y una balsa con servicio regular a la costa argentina, a escasos cinco minutos de travesía por una ruta asfaltada. Parte del cargamento llegaba por ese cruce, a veces disimulado en automóviles Citroen usados importados desde Francia a Paraguay, para embarcarse rumbo a Estados Unidos en cargueros aéreos que partían de pistas controladas por jerarcas del régimen militar paraguayo como Rodríguez. 

El negocio prosperaba sin sobresaltos hasta que el 18 de octubre de 1970 un Cessna monomotor fue detenido con casi cincuenta kilos de heroína pura en el aeropuerto internacional de Miami. El cargamento estaba evaluado en unos diez millones de dólares y los tripulantes eran Roberto Gallucci, alias César Bianchi, y el copiloto Balestra, ambos operadores de la red que dirigía Ricord bajo protección de Rodríguez. 

El juez John Canella, a cargo del caso, solicitó la extradición de Ricord, quien a pesar de sus influencias fue a parar a la cárcel como privilegiado huésped a la espera que se aquieten las aguas. 

La situación iría a complicarse cuando el 24 de mayo de 1972 el influyente columnista del Washington Post Jack Anderson denunció la complicidad del régimen paraguayo con el narcotráfico dirigido por Ricord, en una columna reproducida en 600 periódicos de todo el mundo. Anderson acusaba a varios jerarcas paraguayos con nombre y apellido, entre ellos Pastor Coronel, Andrés Rodríguez, Patricio Colmán, Sabino Augusto Montanaro, Francisco Alcibíades Brítez Borges, Leodegar Cabello, Hugo González y Vicente Quiñónez, la mayoría generales y altos funcionarios en servicio activo. 

Una versión documentada de la nota fue publicada por la famosa revista Selecciones de Readers Digest, pero la edición fue prohibida y confiscada cuando llegó a Paraguay, un hecho muy recordado por la opinión pública que vivió la época. 

Como el régimen de Stroessner seguía a pesar del escándalo protegiendo a Ricord y dilatando su extradición, Nixon envió como delegado al funcionario Nelson Gross quien se entrevistó con el dictador para solicitar en nombre de Washington por instrucción directa del presidente la extradición de Ricord. Dejó en claro que de no producirse de inmediato la resolución, el Paraguay dejaría de recibir asistencia económica y militar del imperio norteamericano. 

Era suficiente argumento para convencer a Stroessner. Inmediatamente se dio instrucciones al presidente de la corte Suprema Juan Félix Morales para que disponga lo que requería el funcionario de Nixon. Pocos días después el Tribunal de Apelaciones revocó el auto interlocutorio de primera instancia y dio vía libre a la extradición.

Ricord fue literalmente fletado a Nueva York en un vuelo especial contratado por el gobierno de Estados Unidos. El juez Canella lo estaba esperando con todas las pruebas en la mano para condenarlo a veinte años de cárcel, lo cual considerando la edad del procesado equivalía a cadena perpetua. Por razones humanitarias se lo liberó a los diez años, gravemente enfermo, paralítico y sin habla. 

Ricord volvió al Paraguay el 10 de marzo de 1983 y fue a recluirse en una vivienda no muy alejada del local donde funcionó su motel Paris Niza. Dos años después falleció. 
Andrés Rodríguez, el socio principal de Ricord, en 1989 llegaría a la presidencia del Paraguay con el golpe militar del 3 de febrero de 1989, a pesar de su bien ganada reputación en el mundo del narcotráfico.
La sociedad paraguaya lo recuerda como el narco que se blanqueó derrocando a Stroessner, con la venia de la embajada norteamericana.
Fue precisamente el gobierno de Rodríguez bajo el cual Ricardo Canese se inauguró como funcionario público entreguista, favoreciendo los intereses argentinos con su recordada entrega de Yacyretá.  Ambas cosas, sus servicios a un narco y la entrega de Yacyretá, es lo que hoy Canese busca desesperadamente borrar de la memoria de los votantes paraguayos, con miras al 2013.
No en balde se ha dicho que el olvido siempre está lleno de memoria.  O como redondeara Borges en Everness, solo una cosa no hay, es el olvido. LAW
Luis Agüero Wagner
 
 
Quienes hablan de narcos y entreguismo, se olvidan las entregas que realizaron a las órdenes de reputados narcos de la historia reciente
Nunca deja de sorprender lo mucho que la memoria de algunos políticos paraguayos puede llegar a recordar al montón de espejos rotos del que hablaba Borges, más aún si se considera el crédito ilimitado que pretende extender a los amigos la prensa hegemónica.
En ese contexto, especulando con la flaca memoria de un pueblo que considera cretino, el columnista de ABC color Ricardo Canese, secundado por su hija Mercedes, hoy se llena la boca  hablando de narcos y entreguismo. Omitiendo, porque hoy es fácil,  que el mismo Canese se desempeñó bajo las órdenes de Andrés Rodríguez como vice-ministro de Minas y Energías, posición desde la cual firmó en 1991 un acuerdo que entregaba la energía de Yacyretá por más de 50 años a su contraparte argentina.
¿Quién era Andrés Rodríguez, a cuyas órdenes se encontraba por entonces Canese? Valga hacer memoria unas líneas.
Desde 1965 pasaba por Paraguay un vital tráfico de heroína que cobró notoriedad cuando en Washington se supo quién lo dirigía. Era el antiguo agente de la GESTAPO Lucien Darguelles, alias Auguste Ricord, capo de la Conexión Latina que inspiró el personaje compuesto por el actor Fernando Rey en la celebrada película “Contacto en Francia”. 

Uno de sus principales protectores era el general Andrés Rodríguez, emparentado con el dictador Stroessner y bautizado por la prensa internacional como “el general de los grifos de oro”. Se cuenta en Paraguay la anécdota de que cuando en una oportunidad el rey Juan Carlos de España visitó su residencia, se sintió impresionado por la fastuosidad y no resistió preguntarle si todas las riquezas a la vista las había adquirido con su sueldo de general. 

Su protegido Auguste Ricord tenía su residencia y un motel en las afueras de Asunción, camino a Itá Enramada. Al frente lucía una pequeña réplica de la torre Eiffel con el cartel Paris-Nizza en luces de neón, y se conectaba con un pequeño puerto donde atracaban lanchas y una balsa con servicio regular a la costa argentina, a escasos cinco minutos de travesía por una ruta asfaltada. Parte del cargamento llegaba por ese cruce, a veces disimulado en automóviles Citroen usados importados desde Francia a Paraguay, para embarcarse rumbo a Estados Unidos en cargueros aéreos que partían de pistas controladas por jerarcas del régimen militar paraguayo como Rodríguez. 

El negocio prosperaba sin sobresaltos hasta que el 18 de octubre de 1970 un Cessna monomotor fue detenido con casi cincuenta kilos de heroína pura en el aeropuerto internacional de Miami. El cargamento estaba evaluado en unos diez millones de dólares y los tripulantes eran Roberto Gallucci, alias César Bianchi, y el copiloto Balestra, ambos operadores de la red que dirigía Ricord bajo protección de Rodríguez. 

El juez John Canella, a cargo del caso, solicitó la extradición de Ricord, quien a pesar de sus influencias fue a parar a la cárcel como privilegiado huésped a la espera que se aquieten las aguas. 

La situación iría a complicarse cuando el 24 de mayo de 1972 el influyente columnista del Washington Post Jack Anderson denunció la complicidad del régimen paraguayo con el narcotráfico dirigido por Ricord, en una columna reproducida en 600 periódicos de todo el mundo. Anderson acusaba a varios jerarcas paraguayos con nombre y apellido, entre ellos Pastor Coronel, Andrés Rodríguez, Patricio Colmán, Sabino Augusto Montanaro, Francisco Alcibíades Brítez Borges, Leodegar Cabello, Hugo González y Vicente Quiñónez, la mayoría generales y altos funcionarios en servicio activo. 

Una versión documentada de la nota fue publicada por la famosa revista Selecciones de Readers Digest, pero la edición fue prohibida y confiscada cuando llegó a Paraguay, un hecho muy recordado por la opinión pública que vivió la época. 

Como el régimen de Stroessner seguía a pesar del escándalo protegiendo a Ricord y dilatando su extradición, Nixon envió como delegado al funcionario Nelson Gross quien se entrevistó con el dictador para solicitar en nombre de Washington por instrucción directa del presidente la extradición de Ricord. Dejó en claro que de no producirse de inmediato la resolución, el Paraguay dejaría de recibir asistencia económica y militar del imperio norteamericano. 

Era suficiente argumento para convencer a Stroessner. Inmediatamente se dio instrucciones al presidente de la corte Suprema Juan Félix Morales para que disponga lo que requería el funcionario de Nixon. Pocos días después el Tribunal de Apelaciones revocó el auto interlocutorio de primera instancia y dio vía libre a la extradición.

Ricord fue literalmente fletado a Nueva York en un vuelo especial contratado por el gobierno de Estados Unidos. El juez Canella lo estaba esperando con todas las pruebas en la mano para condenarlo a veinte años de cárcel, lo cual considerando la edad del procesado equivalía a cadena perpetua. Por razones humanitarias se lo liberó a los diez años, gravemente enfermo, paralítico y sin habla. 

Ricord volvió al Paraguay el 10 de marzo de 1983 y fue a recluirse en una vivienda no muy alejada del local donde funcionó su motel Paris Niza. Dos años después falleció. 
Andrés Rodríguez, el socio principal de Ricord, en 1989 llegaría a la presidencia del Paraguay con el golpe militar del 3 de febrero de 1989, a pesar de su bien ganada reputación en el mundo del narcotráfico.
La sociedad paraguaya lo recuerda como el narco que se blanqueó derrocando a Stroessner, con la venia de la embajada norteamericana.
Fue precisamente el gobierno de Rodríguez bajo el cual Ricardo Canese se inauguró como funcionario público entreguista, favoreciendo los intereses argentinos con su recordada entrega de Yacyretá.  Ambas cosas, sus servicios a un narco y la entrega de Yacyretá, es lo que hoy Canese busca desesperadamente borrar de la memoria de los votantes paraguayos, con miras al 2013.
No en balde se ha dicho que el olvido siempre está lleno de memoria.  O como redondeara Borges en Everness, solo una cosa no hay, es el olvido. LAW